Ambos son un espejo de la salud del caballo. ¿Qué hacer si ha perdido su brillo?
La piel del caballo mide entre cinco y diez metros cuadrados, dependiendo del tamaño del animal. Es el órgano más grande de este animal, y está sometido a todo tipo de influencias, tanto internas como externas, que pueden perturbar su equilibrio.
Las enfermedades de la piel pueden ser infecciosas o no, y aunque generalmente no son mortales, pueden resultar muy molestas para el caballo, sobre todo cuando van acompañadas de prurito.
Los problemas dérmicos afectan la apariencia de animal y pueden dar la impresión de negligencia por parte del propietario o cuidador; incluso en algunos casos pueden llegar a inutilizar el caballo, de aquí la importancia de actuar rápidamente.
Aunque la sintomatología de las diferentes afecciones sean sustancialmente las mismas, es primordial no iniciar un tratamiento sin la autorización de tu veterinario.
El caballo es uno de los animales que transpira para regular su temperatura corporal durante el ejercicio.
Un aseo adecuado evita el desarrollo de patógenos, así como el cepillado diario para un buen cuidado del pelaje.
Los caballos disfrutan de las duchas con agua limpia y caliente, siempre con champús adecuados al pH de su piel. Aunque lavarlos con demasiada frecuencia también conlleva riesgos, como puede ser la pérdida de la grasa de la piel, lo que los hace menos resistentes a las infecciones.
Los cólicos en el caballo
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