Cambios de nutrición, una mala circulación sanguínea, parásitos... No hace falta mucho para que se altere el equilibrio del tránsito intestinal.
Después de millones de años, los équidos, se han adaptado a su entorno natural, desarrollando un sistema digestivo muy particular, que no es comparable a ninguna otra especie animal. Después de su domesticación y los cambios que supuso en su modo de vida y nutrición, su aparato digestivo se convirtió en su talón de Aquiles.
Todos los propietarios de caballos temen los cólicos, este conjunto de dolores abdominales con orígenes muy diversos.
Conocer la anatomía y la función del aparato digestivo nos permite conocer mejor su extrema sensibilidad.
En su estado natural, el caballo pasa la mayor parte del tiempo comiendo hierba, maleza y vegetales de todos tipos, especialmente ricos en fibra cruda, pero bajos en hidratos de carbono y proteínas. Esta alimentación la mastica durante largo tiempo y la empapa de saliva antes de tragarla. Por tanto, el estómago se llena continuamente de pequeñas cantidades de comida.
Esta es la primera diferencia fundamental con respecto a sus actuales condiciones de vida, ya que los caballos son alimentados dos o tres veces por día. Esto hace que el aparato digestivo reciba grandes cantidades de alimento concentrado rico en energía.
Los alimentos son removidos rápidamente en el estómago, transformados en pure e impregnados de jugos gástricos antes de pasar al intestino.
El intestino mide 30 metros y es un largo camino, repleto de curvas y variaciones de diámetro, elementos que favorecen la ralentización y formación de tapones.
Se encuentra primero el intestino delgado, que puede tener una longitud de 20 metros. Está activo permanentemente y se divide en tres partes: la primera, inmediatamente a la salida del estómago, es el duodeno, las siguientes son el yeyuno y el íleon.
Las enzimas del intestino delgado transforman los alimentos triturados en sustancias fácilmente digestibles que pasan enseguida a la sangre vía la musculatura intestinal.
Cuando existe una cantidad elevada de alimento concentrado, este pasa demasiado rápido por el intestino delgado, se reduce el trabajo de transformación que realizan las enzimas y aumenta el riesgo de trastornos digestivos. Para disminuir este riesgo se recomienda que siempre se dé el forraje antes que el alimento concentrado, con el fin de modular todo lo que sea posible la asimilación de los azucares rápidos que se encuentran en los concentrados.
Las fibras vegetales ricas en fibras crudas, que se encuentran en la hierba y en el heno, no son descompuestas por las enzimas, por lo que pasan al siguiente tramo, al intestino grueso.
El intestino grueso se divide en cuatro partes: el ciego, el colon mayor, el colon menor y el recto.
Es aquí donde la microbiota intestinal, mezcla de microorganismos y bacterias, transforma en energía las fibras vegetales restantes, a través de la fermentación.
Aunque el intestino grueso con 8 metros es considerablemente más corto que el intestino delgado, almacena los alimentos, como una gran cámara de fermentación, durante un periodo de hasta 48 horas. Cerca del final, en el recto, el contenido del intestino es deshidratado. Los residuos son moldeados en esta zona antes de ser evacuados al exterior en forma de estiércol.
Problemas de la piel en el caballo
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